Carlos del Castillo
29 de mayo de 2025 22:41 h
La plataforma que nació para evitar el espionaje estatal acepta que sus datos vayan a parar a los servidores de xAi, donde quedarán a merced de EEUU, mientras emite deuda al 9%
Es el eslogan de una época, de una tecnología y de toda una industria: si el producto es gratis, es que el producto eres tú. Un mantra que se queda corto en el acuerdo entre Elon Musk y Pável Dúrov para integrar la inteligencia artificial de X en Telegram: no solo es que los usuarios de la app de mensajería no vayan a tener que pagar por ese servicio, es que es Musk el que va a pagar 300 millones de dólares por poder suministrárselo durante un año.
“La privacidad del usuario es primordial”, ha asegurado Dúrov ante las dudas sobre la capacidad que tendrá la IA de Musk, llamada Grok, de acceder a los datos de Telegram. “Para ser claros, xAI [la empresa que lo desarrolla] solo accederá a los datos que los usuarios de Telegram compartan explícitamente con Grok a través de interacciones directas. Eso es lo esperado: no puedes enviar mensajes a nadie (incluido un chatbot) sin compartir lo que escribes”, ha añadido.
Sin embargo, la integración será obligatoria para todos los usuarios a partir de este verano y no se podrá desactivar. Esto hace que aunque un miembro de Telegram interactúe directamente con Grok, no tendrá capacidad para evitar que las personas con las que comparte chats lo hagan.
La IA de Musk se integrará en Telegram como un chat anclado en la parte superior de la lista de conversaciones. Desde ese espacio, los usuarios podrán interactuar directamente con la inteligencia artificial de forma similar a como lo harían con un chatbot convencional. Esto incluye la posibilidad de hacerle preguntas, pedirle explicaciones, generar contenidos como informes, textos, imágenes o emojis.
No obstante, además de su propio chat, Grok también podrá intervenir en chats con otros usuarios de manera similar como lo hace en X. En esos casos, se le podrá pedir que resuma mensajes largos, documentos o enlaces compartidos en la conversación. Esto implicará el envío de esos datos a los servidores de xAI.
Numerosos usuarios han preguntado a Dúrov si los datos que Grok recoja de Telegram pasarán a formar parte de sus archivos de entrenamiento. En una respuesta que posteriormente ha borrado, el empresario ruso ha afirmado que esos detalles “no han sido discutidos todavía”.
El acuerdo, técnicamente, no está cerrado. Así se lo ha recordado el propio Elon Musk a Dúrov en X. “Cierto. Acordado en principio, pero las formalidades están pendientes”, respondía este.
Esté pactado o no, el uso de los datos para el entrenamiento es una de las cuestiones fundamentales en los debates sobre inteligencia artificial. Si los archivos de Telegram entran a formar parte del corpus de aprendizaje de Grok, esto implicará que sus usuarios perderán completamente el control sobre ellos y que el sistema podrá analizarlos innumerables veces en su búsqueda de patrones para afinar sus respuestas.
“La política de privacidad de xAI establece que los datos del usuario, como los mensajes y el historial de chat, pueden utilizarse para entrenar modelos de IA. Es probable que esto incluya datos de Telegram, ya que las interacciones de Grok se envían a xAI”, contestaba el propio Grok a los usuarios preocupados por esta cuestión en X, aclarando que xAI sí cuenta con una opción para excluir datos personales del entrenamiento.
“Pero no está claro si los usuarios de Telegram pueden excluirse directamente”, añadía a continuación: “El CEO de Telegram, Pável Dúrov, dijo que no se había hablado de compartir datos para el entrenamiento, lo que añade incertidumbre. Consulta las actualizaciones en xAI o Telegram”, recomendaba la inteligencia artificial.
Con todo, el entrenamiento de Grok sería solo una parada más de los datos, y no la última. Si los datos de los usuarios de Telegram terminan en los servidores de xAI, estos quedarían automáticamente sujetos a las leyes estadounidenses, como la Patriot Act. Dichas normas permiten que agencias como el FBI o la NSA puedan requerir acceso a ellos, incluso si pertenecen a usuarios fuera de EEUU. xAI estaría legalmente obligada a entregarlos si se lo solicitan.
Se trata del último giro de una plataforma que nació precisamente con la voluntad de evitar este tipo de espionaje. Según la versión de Dúrov, cofundador de VK (el Facebook ruso), los servicios de inteligencia del Kremlin le obligaron a vender su participación en dicha red social en 2014 y exiliarse del país después de negarse a facilitarles datos de activistas ucranianos.
El empresario y su equipo fundaron Telegram como respuesta, una app con servidores en Dubai que pretendía impedir la injerencia de las grandes potencias mundiales. La plataforma creció hasta los 1.000 millones de usuarios apoyada en esta narrativa de seguridad y privacidad. Un discurso que se ha derrumbado como un castillo de naipes a raíz de la detención de Dúrov en Francia en el verano de 2024.
Primero, una investigación reveló que el multimillonario (su fortuna asciende a 17.000 millones de dólares, según Forbes) había visitado Rusia al menos 50 veces desde su supuesto exilio. Estaba allí cuando el Kremlin censuró Telegram en 2018, y también cuando la readmitió dos años después. La plataforma es, de hecho, una app absolutamente clave para el ejército ruso en sus operaciones en Ucrania.
El propio arresto de Dúrov, y el debate generado en torno a Telegram, provocó que numerosos especialistas en ciberseguridad alertaran de que la app no es tan segura como presume y está lejos de otras opciones como Signal. Esto se debe a que los chats no están cifrados de extremo a extremo por defecto, por lo que la plataforma tiene acceso a todo lo que se comparte a través de ella a no ser que se active un “chat seguro”, opción que no está disponible para conversaciones grupales.
Por último y a raíz de los compromisos que adquirió con las autoridades francesas, Telegram ha estado compartiendo muchos más datos con las fuerzas de seguridad que antes. De obviar la mayoría de peticiones de información policiales ha pasado a identificar a miles de usuarios. Según su informe oficial de transparencia, en el primer cuatrimestre de 2025 atendió 493 solicitudes por parte de autoridades españolas que afectaban a 1.129 usuarios. En comparación, en el período previo a la detención de Dúrov (de enero a septiembre de 2024) solo identificó a 84.
Existe una última variable para comprender el acuerdo entre Telegram y Musk. Desde la pandemia, la app de mensajería ha sido mucho más agresiva en la búsqueda de ingresos. Antes del coronavirus, la app se sostenía a partir de la fortuna del propio Dúrov y gracias a mantener un muy reducido número de trabajadores, que incluso actualmente no sobrepasa los 50.
Los 300 millones que Musk pagará por un año de acceso a Telegram son un ingreso considerable para la plataforma. Este mismo jueves, Dúrov ha comunicado otra operación que sirve para poner en perspectiva el trato con el sudafricano: Telegram ha emitido 1.700 millones de dólares en bonos a 5 años a un tipo de interés del 9%, con vencimiento en junio de 2030. Se trata de un interés muy alto especialmente para una empresa tecnológica con tanto crecimiento de usuarios como Telegram.
Emitir deuda al 9% equivale a admitir que el mercado no se fía del todo. Es un precio más propio de una empresa en apuros que de una plataforma con mil millones de usuarios y una narrativa de éxito global. Esa cifra no solo revela la presión financiera bajo la que opera Telegram, sino también hasta qué punto necesita liquidez inmediata. Que Musk haya aceptado pagar 300 millones por integrar su inteligencia artificial en la app no solo sugiere una alianza estratégica: es también un salvavidas. Uno en la que el usuario se convierte en el producto.
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